Cuando llegan estos días de Navidad, no puedo por menos que acordarme
de una película muy antigua, una de las
mejores películas que creo haber visto, y por supuesto la recomiendo, sobretodo
para aquellos que aun no creen que
actualmente podríamos hacer otro Plácido, porque que a mi entender ella plasma de la manera más real uno de los aspectos
más típicos y tópicos de esta época del año, la caridad ahora rebautizada
como solidaridad
Es un film
que, con infinita inteligencia, practicaba un humor negro (muy negro) en
su visión de la sociedad en la que vivíamos,
manteniendo unas formas en las que no se apreciaba directamente la carga de
veneno que aún hoy siguen atesorando. Esta película es “Plácido”
Es de "estética franquista", pero en
las antípodas de aquel cine oficial de folclóricas, héroes militares y
sacerdotes, que tan bien les iba a la gente del Régimen.
Plácido surge a
partir de una campaña ideada por el régimen franquista que, bajo el lema:
"siente un pobre a su mesa", pretendía hacer crecer en el pueblo un
sentimiento de caridad cristiana hacia los desheredados, pero que, en realidad,
esconde una manera de limpiar las conciencias burguesas. Precisamente el título
del guión era, al principio, "Siente un pobre a su mesa", mas el
realizador se vio obligado, por problemas con los censores, claro, a hacer un
cambio de última hora, dándole finalmente a esta obra maestra el nombre de su
principal personaje masculino.
Lo primero que destaca dentro de la película
es la conseguida reproducción del ajetreo que suele producirse en Nochebuena. A
lo largo de ese día, asistimos a las andanzas de Plácido (Cassen) y Don Gabino
(José Luis López Vázquez), el primero, dueño de un motocarro, preocupado porque
tiene que pagar el primer plazo del mismo, y el segundo, el coordinador de la
campaña, que necesita ese vehículo para ir de un lado a otro de la ciudad a
beneficio propio en la mayoría de los casos, mostrándonos así los”ires
y venires” de la clase bien o del periodismo conforme de la época, pasando
por los chupatintas de bancos o notarías, llegando hasta
los mismísimos suburbios. Las dificultades de Plácido para hacer
efectivo el pago serán muy grandes, y aunque finalmente lo consigue, está claro
que tendrá que volver a pasar penurias para abonar la siguiente mensualidad,
como él mismo dice: «Y el mes que viene, otra vez el mismo fregao».
Sin embargo, la campaña tampoco estará libre
de problemas, y en su contexto podemos ver la hipocresía y la preocupación por
las apariencias de los ciudadanos de bien: Ya durante el "reparto de
indigentes" entre las generosísimas familias, éstas se preguntan si será
mejor llevarse un pobre de la calle, o bien un anciano... Posteriormente,
durante la cena, uno de los humildes invitados se pone muy enfermo, y la
familia decide llamar, ya que el médico está ocupado, al dentista que vive
cerca, porque «algo sabrá». El dentista, que cena con su pobre, es informado
por éste de que el pobre moribundo sufría angina de pecho... Y en ese momento,
el dentista decide ir a echarle un vistazo (acompañado por su indigente, pues
su mujer le aconseja llevárselo a casa de los vecinos «para que vean que
tenemos pobre»), pero sólo porque ya sabe la enfermedad que tiene, y para
aparentar ser todo un experto médico (una de las muchas sutilezas de guión). En
cuanto la familia descubre que el pobre enfermo está viviendo en pecado con una
mujer, deciden casarlos, en una de las secuencias más divertidas del filme, y
aunque poco después de la (amañada) ceremonia el viejo se muere, ya no tiene
tanta importancia, si bien se oyen lamentos del tipo: «Con lo bien que iba la
campaña, ¡qué fatalidad!».
Hay muchos más detalles, como se ha
comentado, igual de cuidados: El asco que los mayores y los indigentes provocan
en las familias, mal disimulado, la triste visita a la vivienda de la reciente
viuda, el erotismo subterráneo que se aprecia en el personaje de Martita, cuyas
historias de niña caprichosa chocan con los trabajos del protagonista, la
disputa final por la cesta de Navidad (el guión es simplemente perfecto), y los
personajes secundarios (por ejemplo, ese pobre borracho que cena en casa del
notario),
En el fondo de esta película, sólo es un tipo
que tiene que pagar la letra de su “triciclo”
motocarro, sólo es una familia invitando a un indigente por Nochebuena, sólo es
un grupo de personas recorriendo las calles de la ciudad... pero esa apariencia
afable termina potenciando la fuerza con la que las vergüenzas y miserias de
aquella sociedad ascienden, de las profundidades del relato, hasta
presentársenos en toda su dimensión.
La verdad es que me hubiese gustado más poner este post el 15 de agosto, o
cualquier otro día del año, pero creedme… Plácido toca hoy.
escenas finales