boicot a los juegos olímpicos

 

Estas últimas semanas, son muchas las voces que se alzan favorables a un boicot de los juegos olímpicos de Pekín que se celebrarán, si todo sigue como lo previsto, este mismo verano. De hecho, internet se está llenando de argumentos a favor y en contra respecto a dicho sabotaje, por eso he decidido aportar aquí mi punto de vista.

He de confesar que en un primer momento, al contemplar la brutal violencia con la que eran reprimidos los monjes y ciudadanos tibetanos, simpaticé con la idea de un posible boicot que dejara bien claro al régimen comunista, que los demás países no transigen con esas actividades represivas y en contra de los derechos humanos.
Sin embargo, reflexionando deduje lo siguiente.

Partamos desde la premisa de lo evidente: China viola los derechos humanos y desarrolla desde hace décadas un genocidio cultural sobre la provincia del Tibet.
Se pretende aprovechar el gran escaparate mediático de las olimpiadas, para sacar a la luz internacional la situación del pueblo tibetano y sus reivindicaciones. Lo que se propone desde algunas organizaciones (no por parte del Dalai Lama, máxima autoridad budista en el exilio) es un boicot de tipo deportivo, es decir: dejar de acudir a los juegos olímpicos y no enviar delegaciones nacionales.

¿Qué solucionaría esto? Los JJOO olímpicos de este año son, en mi opinión, una especie de recompensa oficiosa que otorga la comunidad internacional al régimen chino reconociendo así la tímida reforma aperturista que viene realizando, por lo tanto, si convirtiésemos estos juegos en un fracaso ¿no estaríamos invitando al régimen a replegarse nuevamente sobre sí mismo y a involucionar en esta incipiente apertura que también tendrá que redundar tarde o temprano en la situación de los Derechos Humanos?

El boicot deportivo, creo que no sería eficaz, sería como he planteado, incluso negativo desde el punto de vista pragmático.
Recuerdo además, que los juegos olímpicos son todo un acontecimiento al que muchos deportistas y delegaciones llevan brindando su esfuerzo y su trabajo desde hace mucho tiempo. No me parecería justo primero: que se les deje sin competir y segundo, que se nos prive del mayor acontecimiento deportivo de la Humanidad.
Recuerdo también, que en la antigua Grecia, todas las guerras, por encarnizadas que resultaran, se detenían a consecuencia de la llamada tregua olímpica. Antes, los JJOO hacían cesar las disputas, ahora nosotros, con motivo de ellos, las reanudamos y agitamos. Creo que el deporte no tiene que inmiscuirse en la política. Y viceversa.

Donde sí se tiene que jugar un papel activo y decidido es en un posible boicot político a China, en el que sí deberían estar todas las naciones democráticas del mundo. Esto es: exigir a China una resolución pacífica, limpia y transparente del contencioso del Tíbet y por supuesto, que respete los derechos humanos, termine con la censura y abogue por las libertades políticas.

Por lo tanto, que sean los dirigentes internacionales (y no los atletas) quienes hagan la política, quienes hagan la presión y las gestiones necesarias sobre el régimen chino para que se solucione por la vía pacífica este conflicto y para llevar las libertades no solo al Tíbet, si no a toda China.