comentarios sobre los avances

No hace muchos días hablaba con una amiga muy entendida  en una de estas enfermedades en  que los fármacos  son siempre motivo de temor por ser totalmente agresivos.   Comentábamos  los avances en la medicina y que  la disponibilidad de nuevos medicamentos ha contribuido mucho a mejorar la calidad y la duración de nuestra vida pero  a la vez  te asaltan serias  dudas acerca de los negocios que hacen los grandes laboratorios.  Cuando se habla de los fármacos siempre sale la eterna coletilla:”Te cura esto y te estropea lo otro” Aun sabiendo todo esto veo que hay personas que abusan hasta niveles ridículos y para cada cosa que les pasa les parece que tienen que tomar alguna pastilla

Lo que nadie puede discutir es que el descubrimiento de los antibióticos, de las vacunas, los analgésicos o los antiinflamatorios, por no hablar de los tratamientos contra el cáncer, han hecho de que vivamos mucho mejor que hace un par de generaciones. Parecería que cada vez tenemos más medicamentos y que cada vez son más caros.

 Pero todo ello no es exactamente así. Si nos fijamos un poco nos damos cuenta que el gran momento en que aparecieron muchos medicamentos fue la segunda mitad del siglo pasado. La verdad es que actualmente el ritmo de aparición de nuevos fármacos es muy limitado. En el mercado van saliendo nuevos productos, pero a menudo son versiones modificadas de los que ya teníamos. Y el ritmo cada vez es más lento. Creo que una explicación de esta ralentización es el hecho de que cada vez sale más caro poner un nuevo fármaco al mercado. Sobre el año 1950 sacar un nuevo fármaco costaba alrededor de 50 millones de dólares mientras que actualmente son necesarios unos 800 millones.  (Digo dólares porque casi todas las cosas para combatir el cáncer son de EEUU) Estas cantidades son muy discutidas y tienen un amplio margen de variación, pero lo que no cabe duda es que el precio de desarrollar un medicamento se ha multiplicado en unas pocas décadas. Los motivos son diversos, pero uno muy importante es que los requerimientos que se piden han aumentado mucho para asegurar que el medicamento sea efectivo y seguro. En este sentido, la catástrofe de la talidomida marcó un antes y un después. Esto parece razonable y nadie discutirá que pocas cosas deben ser más seguras que las medicinas, pero quizás hay un poco de trampa en todo. Como el tema de la seguridad es indiscutible, poco a poco se pusieron el listón de requerimientos exigidos a un nivel altísimo. Los estudios con animales debían ser extensivos, los ensayos clínicos había que hacerlos con un número muy grande de pacientes, la toxicidad se debía evaluar de todas las maneras imaginables y más.

 Todo en nombre de la seguridad. Un motivo que nadie con dos dedos de cordura discutiría. Pero el efecto colateral fue que sólo unas pocas empresas muy grandes podían afrontar este gasto descomunal. Por tanto, el mercado de los fármacos se reparte entre unas pocas multinacionales que sólo se la juegan en medicamentos que les han de dar muchísimos beneficios. Y es que medicamentos que no se vendan mucho, simplemente no salen a cuenta. Por eso tenemos cosas como la Viagra y similares o medicamentos para enfermedades crónicas que te tienes que tomar cada día durante muchos años. En cambio, no hay nuevos antibióticos que sólo te tomarías durante tres días o fármacos para enfermedades poco frecuentes. Económicamente no compensa. Por eso podemos ver que cada vez son más caros y cada vez aparecen menos de  nuevos. Podemos acusar a la industria farmacéutica de todos los males, pero en realidad sólo hace lo que todas las industrias: trabajar para conseguir un producto y ganar dinero. Algo a lo que tienen todo el derecho (ganar dinero ).

 También hay muchas cosas muy discutibles, como campañas para promover el uso de medicamento que en realidad no hacen falta. Pero eso también lo hacen todas las empresas. Ahora todavía no es demasiado grave. Pero llegará un momento en que nos harán falta nuevos antibióticos o nuevos tratamientos para muchas enfermedades. Y de hecho, ya hacen falta muchos medicamentos para enfermedades del tercer mundo que nadie puede pagar. Pronto habrá que imaginar nuevas maneras de desarrollar medicamentos. Los sistemas que servían hace medio siglo están quedando obsoletos. Pero ¿quién lo hará esto? Todo ello es un buen ejemplo de los problemas que lleva dejarlo todo exclusivamente en manos de los mercados.

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