Cualquier cosa que se pueda escribir sobre el tema será, inevitablemente, controvertida. Bien dispuesto a aceptar la discrepancia, también ofreceré mi punto de vista. Considero que el final de ETA se ha escenificado, política y mediáticamente, con el mismo enfoque hiperbólico y atrofiado, al que estamos acostumbrados, cuando se habla públicamente del terrorismo en Euskadi. Todo este guirigay me resulta pesadísimo, sobre todo cuando pienso en las raíces históricas de la brutalidad etarra y la cantidad de violencia cotidiana que pasa desapercibida, en titulares y columnas. Algún día habría que estudiar con profundidad la intoxicación perversa vinculada a la hostilidad en el País Vasco. Todas las veces que he viajado a esa tierra, he tenido la impresión, dentro de mis límites de visitante ocasional, que había un abismo insondable entre lo que se transmitía a bombo y platillo en los medios y la realidad que se pisaba la calle. Por pocos días que pases en Vitoria, Bilbao o Hernani es fácil percibir las múltiples aristas del conflicto, habitualmente mutiladas por los altavoces del poder. Existe la tendencia a olvidar que las pantallas de televisión y las páginas de los periódicos, como las tribunas de los partidos, tienen un papel activo en la resolución de los enfrentamientos. Y no siempre están a la altura de las circunstancias. Son tantas las toneladas de veneno escupidas por propagandistas y agitadores, que no me vería con corazón de glosar-una pequeña parte. También me cuestiono si habría que investigar aquellas plumas que, intencionadamente, han mimado un posible clima de concordia, con fines inconfesables y oscuros. En mi opinión, la pantallade cine ha mostrado un reflejo más fidedigno de la complejidad inherente a la barbarie.
Estos últimos días, uno de los testimonios que más me ha emocionado, sin menospreciar los demás, ha sido el que ha ofrecido Eulalia Lluch, hija del político socialista Ernest Lluch, primero amenazado y posteriormente asesinado por ETA, en el año 2000. Se trata de una víctima que no se prodiga nada por los platós de TV. Al oírla,me vino a la memoria e l polémico documental de Julio Medem, La pelota vasca. La piel contra la piedra (2003), un trabajo en el que se negaron a participar los extremos más radicales, tanto de la derecha española como de la izquierda aberzale. Se puso de manifiesto que los polos opuestos, en ocasiones, se tocan. En la película El lobo (2004) también se apuntarían algunos intereses comunes, entre estos dos bandos, aparentemente divididos. Por otra parte, la relación del terrorismo con las cloacas del Estado ha sido uno de los misterios guardados con más celo y del que todavía tenemos que desentrañar. En resumen, a estas alturas del partido, personalmente, debo confesar que todavía no sé de qué hablamos, exactamente, cuando hablamos de ETA. En cualquier caso, el anuncio del fin de la violencia armada es una buena noticia, una gran noticia, aunque estemos ante un equilibrio frágil y persista la fractura social.
Eulalia Lluch ha hablado con generosidad y coraje, en diversos medios: aquípodéis ver la magnífica entrevista que le hizo Josep Cuní, en el programa 8 al día. Pensé que su voz ponderada y conciliadora se podría insertar perfectamente en la polifonía expresada en el documental de Medem, que tantorevuelo generó, en su momento. En ese punto de la historia, bajo la sombra de la Ley de Partidos, no parecía que el final de ETA estuviera tan relativamente cercano. Con todas las críticas que se le pudieran hacer, el trabajo del cineasta de San Sebastián resultó un ejercicio singular y necesario. La belleza salvaje del paisaje, las canciones en euskera, la fuerza de las tradiciones, los recortes históricos y los fragmentos cinematográficos se cruzaban con discursos mayoritariamente matizados, que rehuían la crispación del extremismo. Aparecían los orígenes remotos del pueblo vasco, los bombardeos de Gernika, la represión cultural franquista, la amnesia de la Transición, las torturas de la Guardia Civil, los tiros en la nuca, el sufrimiento de los familiares de los difuntos, los interminables viajes para visitar a los presos, las extorsiones cobardes, el terror de la vida diaria, la sangre derramada por los GAL, la politización del conflicto, el clamor popular para lograr la paz ... Se rehuían los juicios de valor, la apuesta era escuchar 103 voces diferentes. Pensar en el diálogo. Un diálogo que Eulalia también representa, gracias al vigente legado de su padre.