Eva Carrera (enfermera)

El vestíbulo y los pasillos del Clínic rebosan de pancartas en protesta por los recortes: La salud ni se compra ni se vende!!, Mas, a quina mútua vas?!!. Mientras, profesionales del sector como Eva Carrera (Barcelona, 1970) bregan duro para mantener la sanidad a flote.

Eva Carrera

-¿Qué tipo de pacientes tratan?
-Enfermos de cáncer. Tumores de todo tipo y cánceres hematológicos, de sangre y del sistema linfático.

-¿Por qué llegan a ustedes?
-Han probado otras quimioterapias y no les han funcionado. Entonces, su doctor les ofrece entrar en un ensayo clínico e intentarlo con una medicación que aún no está en el mercado. A veces es la última oportunidad.

-¿Un recurso a la desesperada?
-El enfermo llega aquí con esperanza, pero también con el miedo de enfrentarse a algo desconocido, que no sabe cómo va a funcionar.

-Dicho en plan bruto, ¿son conejillos de Indias?
-En cierta manera, ellos se sienten así. En muchos protocolos, el paciente no sabe si está tomando el fármaco del ensayo u otro. A veces, solo el investigador o el espónsor lo saben. Con el tiempo, se abren los sobres que lo indican.

-¿Cuántos experimentos se realizan en el Clínic?
-No sabría decirle… Tenemos centenares de protocolos abiertos. De cáncer de mama, unos 20 o 30; de cáncer de pulmón, también una veintena; de leucemias, unos 30 ensayos.


-¿Pagan las farmacéuticas?
-Todo. Incluso el hotel si el paciente vive fuera. Estamos hablando de inversiones millonarias. Pero si ese fármaco sale al mercado, saben que las van a rentabilizar con creces.

-¿Algún paciente se planta?
-Tienen derecho en todo momento a decir «no puedo más, se acabó». Puede suceder que hayan pasado por muchas quimios y que al llegar aquí estén agotados. Hemos tenido casos.

-Enfermos desahuciados.
-Algunos. Cuando se van, se despiden como si fuese el último día y pasan a un tratamiento paliativo, para aliviarles al menos los dolores y los síntomas. Siempre te dan las gracias.

-¿Le gusta su trabajo?
-Mucho. Me apasiona.

-Pero es muy duro.
-Intento llevarlo bien. Por suerte, aquí, en la unidad, tenemos muy buen rollo, siempre hay risas…

-Si le digo la verdad, al entrar me sorprendió oír, en el silencio, la risa de una de sus compañeras.
-La palabra cáncer siempre se relaciona con algo muy malo, y lo es. Pero hay que demostrar al paciente que la vida aquí es normal, que comemos, que reímos, que hacemos planes para el fin de semana. A veces incluso son ellos los que nos gastan bromas.

-¿?
-Le preguntas qué horóscopo es y te responde que cáncer.

-Vaya.
-Algunos llevan años viniendo, y esta es su segunda casa. Nos conocen por el nombre, nos traen comida…

-¿Cómo?
-Una paciente se levanta a las seis de la mañana para hacernos croquetas caseras; somos sus niñas. Un señor que baja de La Seu d'Urgell nos viene con butifarras. Están superagradecidos. Son pacientes bastante alegres.

-Se agarran a la vida.
-Saben que es una oportunidad más. La ciencia es el factor número uno, pero el cerebro potencia la medicación. Una actitud positiva ayuda a curar el cáncer.

-Habrá vivido casos duros.
-El problema aquí es que cuando empieza a llorar una, nos arrancamos todas. Siempre hay un paciente que, por lo que sea, te llega más adentro y te emociona.

-¿Cómo se blinda?
-Al llegar al trabajo, de forma automática, te pones alegre. Sabes que les ayuda tanto la sensación de normalidad y la alegría, que eso te da fuerzas y te compensa.

-Tendrá vías de escape.
-Soy una persona muy deportista. Me gusta practicar escalada y submarinismo, ir a la montaña… Momentos que me pertenecen y me ayudan a recargar las baterías.

-¿Qué le parece el tijeretazo?

-Es una involución. En Catalunya se ha invertido mucho dinero y mucho esfuerzo en la investigación científica para estar en los primeros puestos de Europa. Corremos el riesgo de tirar por la borda todo lo conseguido.

via El Periódico