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diumenge, 24 d’abril del 2011

feliz domingo de Resurrección.



Va por ellos, gentes que cuando rezan, aman, y amando dotan de luz los rincones más sombríos



Dios y sus cosas, o más bien las cosas de aquellos que creen en Dios. En días como hoy, y más allá de gozar del tiempo festivo robado a la agenda, siempre recalo en la idea de la trascendencia divina. Y no tanto como una interrogación personal, porque hace años que descarté llenar con respuestas prefabricadas mis preguntas más hirientes. Prefiero militar en la duda, esa duda que aterriza en los miedos y en las soledades y que no da opción a ningún bálsamo. Ciertamente, como he escrito en alguna otra ocasión, creer en Dios significa vivir y morir más acompañado. No es mi caso, porque, aunque me esforzara en aceptar algún tipo de dogma, siempre sabría que me estoy haciendo trampas al solitario. Los habitantes de la duda permanente nos llevamos mal con la fe y con sus intangibles. Pero con independencia de la actitud personal hacia el concepto de Dios, estos días me parecen especialmente bellos para los que gozan de una fe sincera. Gentes que han construido grandes edificios de buenas acciones, porque creer los ha hecho más nobles y más humanos. Gentes que cuando rezan, aman, y amando dan algo de luz a los rincones sombríos del mundo. Va para ellos este artículo, cuya incapacidad para entender a Dios no lo inutiliza para entender a los creyentes. Hace tiempo leí una reflexión de Bertrand Russell que me pareció sublime: “Si Dios existe, no será tan vanidoso como para castigar a quienes no creen en él”. Toda idea de la trascendencia espiritual reconvertida en tortura, dolor, infierno y cualquier sentido de culpa me parece tan tortuosa como incomprensible.
No puedo entender de ningún modo ese tipo de fe que concibe un Dios castigador y punitivo, sin otra piedad que la exigencia de su dominio. Y reconozco que no me gusta la exhibición de martirio de los pasos de Semana Santa, quizás porque prefiero el Dios que renace el domingo que el que muere el viernes. La vida sobre la muerte. Pero con el Dios de las monjas de mi infancia, que enseñaba a amar al prójimo y dibujaba con renglones caritativos las líneas de la vida, con ese Dios me tuteo sin creer. Porque es la fuente de inspiración de gentes extraordinarias. Va por todos ellos. Los que creen en los dioses de la vida y no en los de la muerte. Los que aprenden a entender a los demás, cuando aprenden a creer. Los que buscan respuestas sin imponer dogmas.

Los que conciben sus creencias como una fuente de tolerancia. Los que ayudan a su prójimo porque lo conciben como su hermano. Los que gracias a Dios encuentran tiempo para construirse interiormente. Los que buscan dotar de trascendencia su paso por el mundo. Los que entienden que creer en Dios es creer en la ciencia. Los que tienen respuestas pero siguen haciéndose preguntas. Los que rezan porque aman. Para todos ellos, los creyentes del Dios del amor, feliz domingo de Resurrección.
pilar rahola, la vanguardia.

7 comentaris:

Josep ha dit...

Pilar, estoy contigo en todo, o casi todo. Yo pienso que Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él. Tengo asumido que Dios no existe, por tanto no tuve que llamarlo en la gravísima situación en que me encontraba. Y si lo hubiese llamado, si de pronto él apareciera, ¿qué tendría que decirle o pedirle? ¿que me prolongase la vida?. Y a mi porqué si y a millones de niños que mueren de hambre no.
Una abraçada

Tot Barcelona ha dit...

Esto es muy profundo. Y por lo tanto daría para mil horas y no llegaríamos a un convencimiento. O se cree o no. No hay más. Salut

Anònim ha dit...

El bien y el mal, y punto. Todo está en cada uno de nosotros, el hecho de creer en dios no va más allá de las convenciones y de lo que nos han inculcado desde pequeños, porque a nuestras anteriores generaciones también se lo inculcaron o por lo menos intentaron inculcarles, pero hacerlo a base de ostias de las que duelen y suenan, no creo que fuese un buen ejemplo para inculcar nada a nadie (que le pregunten sino a mi padre y madre) en fin.. que yo al menos respeto a quien cree, cosa que al revés sé que no pasa... Por lo demás feliz domingo de pascua, y yo no como mona, prefiero comerme un buen tortell de nata y trufa y punto pelota.

zel ha dit...

Bé, Josep, jo...no sé què dir davant tanta fe. Sé, ho sé que sóc creient. però no accepto l'església tal com és, com a institució. Ara, la bondat de gent com ara tu em fa creure que hi ha algú que sí, que està fet a imatge i semblança d'algú en qui creure, en un missatge d'amor.

Un fort petó!

Antonio ha dit...

Josep, yo también me considero un militante de la duda, como he escrito en algunas ocasiones en mi blog. La duda es la madre del conocimiento y la verdad. La fe es bonita porque evita comerse el coco, pero es esquistadora porque no deja pasar más allá.
Un abrazo

Vicent Maganer Ripoll ha dit...

Jo soc religiós, Josep, però no catòlic. Ser així a aquesta edat es prou dispar, i sol concòrrer en diferents visions de vore't, però puc asegurarte que qui viu aquestos dies en aquest sentiment del que en parles, ha de tidnre una força de voluntat ben forta, perquè mentre que abans era facil creure, avui a dia es complicat, i es mereix un reconeixment.

PD: Moltes gràcies per pasarte pel blog, sempre ets ben rebut!

m.eugènia creus-piqué ha dit...

Ya no me acordaba ni que era domingo de resurrección Josep. que ho passis el millor posible. Un petó

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